Con respecto a los informes de prensa recientes relacionados con la deficiencia de azitromicina también después de su uso excesivo e inadecuado para COVID-19, AIFA especifica que la azitromicina, y ningún antibiótico en general, está aprobado, y mucho menos recomendado, para el tratamiento de COVID-19.
Desde el comienzo de la pandemia, AIFA ha desaconsejado enfáticamente el uso de azitromicina para el COVID. Como han demostrado ampliamente numerosos y bien realizados estudios clínicos publicados en las mejores revistas internacionales, no hay evidencia de que el uso de azitromicina tenga un efecto protector sobre la evolución de la COVID-19, ni en términos de reducción de la transmisión, ni de tiempo. .de curación, o de mortalidad. Existe evidencia clara e inequívoca para dejar de usar azitromicina u otros antibióticos en el tratamiento de COVID-19, como lo indican claramente todas las pautas internacionales para el tratamiento de la infección por SARS-CoV-2.
También debe recordarse que los antibióticos no son efectivos para el tratamiento de ninguna infección viral, incluida la gripe estacional.
El uso indiscriminado de azitromicina o cualquier otro antibiótico, además de no tener base científica, expone el doble riesgo de crear condiciones de deficiencia de antibióticos para sujetos que realmente los necesitan para tratar infecciones bacterianas y aumentar el riesgo de desarrollo y propagación de bacterias resistentes a los antibióticos. . Al respecto, AIFA aclara que, de los controles realizados, el desabastecimiento actual no deriva de exportaciones u otras anomalías de distribución, sino de la prescripción del medicamento fuera de las indicaciones previstas.
Dado que AIFA ya ha puesto en marcha, como siempre en estos casos, todas las medidas de lucha contra el desabastecimiento para asegurar el fármaco para los usos autorizados, la Agencia recuerda a todos, prescriptores y ciudadanos, la responsabilidad de utilizar terapias antibióticas solo donde esté indicado. Usar los antibióticos con cuidado y prudencia debe ser un compromiso y un deber de todos, desde los profesionales de la salud hasta la población en general, como arma principal para contrastar el problema de la resistencia a los antibióticos que representa, además del COVID-19, uno de los desafíos. importante a nivel mundial tanto para la salud como para el ecosistema en general.