La protección de los cables submarinos es crucial para la continuidad de los servicios y la seguridad de las comunicaciones globales. Las constelaciones de satélites, como Starlink y el futuro IRIS², ofrecen una alternativa y un complemento a las redes de cable, pero introducen novedades geopolíticas (soberanía digital, dependencia tecnológica), medioambientales (contaminación lumínica, basura espacial) y tecnológicas (interferencias, gestión del tráfico orbital). . Se espera que la competencia entre estas tecnologías crezca, con fuertes implicaciones para la seguridad global y la independencia digital.
Massimiliano D'Elia
El aumento de los ataques a cables submarinos, como el reciente en el Mar Báltico que afectó a Finlandia y Estonia, pone de relieve la creciente importancia del entorno submarino como teatro de conflictos híbridos entre naciones. El fondo marino alberga infraestructura crítica para el mundo moderno: cables para el transporte de electricidad y telecomunicaciones, redes de Internet, oleoductos y gasoductos, así como centros cruciales para las comunicaciones intercontinentales globales. El sabotaje de estas infraestructuras estratégicas se ha convertido en una poderosa arma híbrida, dada la dificultad de identificar a los autores e instigadores, ante daños potencialmente catastróficos para las naciones involucradas. La interrupción de Internet o de las telecomunicaciones paralizaría la vida cotidiana, ahora totalmente dependiente de lo digital, con consecuencias económicas incalculables por el bloqueo simultáneo de servicios esenciales.
En el contexto de las guerras actuales, la disponibilidad de una red de Internet resistente y segura se ha convertido en una necesidad táctica vital, una condición que las conexiones por cable tradicionales no pueden garantizar plenamente. Elon Musk, con su visión pionera, se anticipó a esta necesidad lanzando hace ocho años Starlink, una constelación de satélites en órbita terrestre baja, con el objetivo de proporcionar cobertura continua y global de Internet, llegando también a zonas como África, antes excluidas de los beneficios. de la web. Inicialmente, Musk ofreció esta conectividad a las fuerzas armadas ucranianas de forma gratuita y posteriormente solicitó la intervención económica del Pentágono.
La experiencia de Musk impulsó a Europa a actuar, aunque con un retraso de ocho años, para desarrollar una infraestructura satelital propia que garantice una conectividad segura y resiliente. Este retraso subraya la necesidad de una mayor proactividad por parte de las instituciones europeas a la hora de invertir en tecnologías estratégicas para la seguridad y la independencia digital. El episodio del Mar Báltico y las crecientes amenazas a las infraestructuras submarinas ponen de relieve la vulnerabilidad de las redes tradicionales y la importancia de invertir en soluciones alternativas, como las constelaciones de satélites, para garantizar la continuidad de los servicios esenciales y la seguridad de las comunicaciones en un contexto geopolítico cada vez más complejo.
Por lo tanto, el cielo se prepara para recibir una nueva constelación comunitaria, llamada Iris² , el proyecto europeo que tiene como objetivo poner en órbita cientos de satélites (290 para ser exactos) para abordar los desafíos de seguridad, protección y resiliencia, ofreciendo conectividad avanzada a los organismos gubernamentales y colmando los vacíos de conectividad en toda la Unión. China no se ha quedado al margen y está dispuesta a conquistar la órbita terrestre con otros programas dedicados a los satélites.
Iris², acrónimo de “Infraestructura para la Resiliencia, Interconectividad y Seguridad por Satélite” (Infraestructura para la resiliencia, interconectividad y seguridad vía satélite), implica el lanzamiento de 290 satélites en órbita baja y media (entre 400 y 8000 kilómetros de altitud). Este sistema de vanguardia proporcionará mayores capacidades de comunicación a usuarios gubernamentales y comerciales, con aplicaciones que van desde el monitoreo de fronteras hasta la gestión de crisis, desde la protección de conexiones en infraestructura clave hasta tareas de defensa. Iris² también apoyará a comunidades remotas con dificultades de conexión.
El proyecto tiene un coste estimado de 10,6 mil millones de euros, con una financiación de alrededor de 6 mil millones de la Unión Europea, 550 millones de la Agencia Espacial Europea (ESA) y el resto proveniente de inversiones privadas, en particular del consorcio SpaceRISE, que reúne reúne a operadores y subcontratistas europeos de redes de satélite, entre ellos el franco-italiano Thales Alenia Space y Telespazio del grupo Leonardo. En la firma del proyecto, el Comisario de Defensa y Espacio, Andrius Kubilius, subrayó la necesidad de Iris² citando ejemplos de cables submarinos dañados y señales de navegación perturbadas, afirmando que “Estamos amenazados. Nuestras comunicaciones están amenazadas” y que “Iris 2 nos dará la capacidad de conectarnos incluso en un entorno hostil”.
A pesar de la importancia estratégica de Iris², el primer lanzamiento se espera no antes de tres años y el pleno funcionamiento de la red no se espera antes de 2030, considerando también posibles retrasos. Mientras tanto, la competencia en el espacio continúa: Starlink lanzó sus primeros satélites en mayo de 2019 y ahora tiene cerca de 7.000 satélites en órbita, con autorización para lanzar al menos 12.000. Esto coloca a Starlink en una clara ventaja sobre Iris², al mismo tiempo que genera preocupaciones sobre el impacto en la magnetosfera de la Tierra y la observación del espacio profundo.
Para 2030, se estima que decenas de miles, si no 100.000, de pequeños satélites públicos y privados orbitarán la Tierra, una cifra que podría tener implicaciones para el estudio del espacio y es el resultado de un complejo desafío geopolítico. Además de Occidente, China también ha intensificado su presencia en el espacio, con el proyecto de la Constelación de las Mil Velas, que implica unas 15.000 unidades, y la megaconstelación de Guowang, con casi 13.000 satélites en órbita en diez años. En los próximos años se espera que el tráfico orbital aumente, y las potencias mundiales busquen garantizar su seguridad en términos de conectividad para protegerse de posibles ataques a una infraestructura estratégica como Internet.
Vulnerabilidad de las infraestructuras submarinas
Dificultad en el seguimiento y protección: La extensión y profundidad de los océanos hacen extremadamente compleja la monitorización continua y la protección física de todos los cables submarinos. Esto los expone a actos de sabotaje, ya sea accidental (como fondear barcos) o intencional, con consecuencias potencialmente devastadoras.
Puntos de pivote críticos: Hay zonas geográficas, como estrechos y canales, donde se concentran numerosos cables, creando puntos de vulnerabilidad estratégica. Un ataque dirigido en estas zonas podría interrumpir las comunicaciones entre continentes enteros.
Dependencia de mantenimiento: La reparación de cables submarinos requiere embarcaciones especializadas y equipos complejos, con tiempos de respuesta que pueden ser largos y costosos, provocando interrupciones prolongadas del servicio.
Guerra híbrida: El sabotaje de la infraestructura submarina es parte de tácticas de guerra híbrida, cuyo objetivo es desestabilizar a un adversario sin un conflicto militar convencional, lo que dificulta la atribución de responsabilidad y la respuesta posterior.
El papel de Starlink
Cobertura global y resiliencia: La constelación de satélites Starlink ofrece cobertura global de Internet, independiente de la infraestructura terrestre y submarina. Esta característica lo hace particularmente resistente en caso de desastres naturales o ataques dirigidos a redes tradicionales.
Aplicaciones militares: El uso de Starlink en contextos militares, como ocurrió en Ucrania, demuestra su potencial estratégico para garantizar comunicaciones seguras y confiables incluso en zonas de conflicto.
Implicaciones geopolíticas: El éxito de Starlink ha planteado cuestiones sobre la soberanía digital y la dependencia tecnológica de empresas privadas extranjeras, lo que ha llevado a otros países, como Europa y China, a desarrollar sus propias constelaciones de satélites.
Preocupaciones ambientales y astronómicas: El gran número de satélites en órbita baja genera preocupación por la contaminación lumínica y la interferencia con las observaciones astronómicas, así como por el riesgo de colisiones espaciales.
La respuesta europea con IRIS²
Objetivos estratégicos: IRIS² tiene como objetivo garantizar que Europa tenga una conectividad segura, autónoma y resiliente, reduciendo su dependencia de la infraestructura externa y fortaleciendo su soberanía digital.
Aplicaciones diversificadas: Además de las comunicaciones gubernamentales y militares, IRIS² también respaldará los servicios civiles, como la gestión de emergencias, la navegación, el monitoreo ambiental y la conectividad en áreas rurales y remotas.
Colaboración público-privada: El proyecto implica una fuerte colaboración entre los sectores público y privado, con el objetivo de estimular la innovación y el desarrollo de la industria espacial europea.
Retos y perspectivas: El retraso respecto a Starlink representa un desafío para IRIS², que tendrá que competir con un sistema ya consolidado. Sin embargo, el enfoque europeo, basado en la seguridad y la resiliencia, podría ofrecer ventajas significativas en otros contextos determinados.
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