En Libia aparentemente hay calma, todos esperan el primer paso con las "probables" elecciones de fin de año en el horizonte. ¿Aún no se ha decidido el formato de las elecciones presidenciales o parlamentarias? Luego está el problema de los mercenarios presentes en el campo que no pretenden irse, por el contrario continúan en sus actividades como tutores de las distintas milicias que controlan el país. Hay unos veinte mil paramilitares furiosos en las calles mostrando músculos y armamento de fuerzas especiales. Vamos a hablar acerca de Rusos, chadianos, sirios, turcomanos y sudaneses que no tienen la intención de levantar sus tiendas porque en realidad, si por un lado se están enriqueciendo por el otro, nadie, por ahora, más allá de las palabras, los ha obligado a regresar a casa. Su salario mínimo de dos mil dólares es un tesoro en comparación con la vida "miserable" en sus países de origen. La Stampa elaboró la identidad de estos grupos armados.
El grupo más numeroso es el de los sirios. En 2019 eran cuatro mil, ahora según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos hay 13 mil, quizás más. La mayoría lucha bajo las banderas de Trípoli pero también hay entre las filas de Haftar, dos mil, reclutados por los rusos. Turquía los ha alistado entre las barricadas desesperadas en el último bastión rebelde de Iblid en el oeste de Siria. Formación rápida de tres meses en Afrin y luego inmediatamente en Libia. Por dos mil dólares de salario y una hipotética concesión de nacionalidad turca, detuvieron a Haftar y lo llevaron de regreso a Cyrenaica. Había hombres de las formaciones yihadistas, supervivientes del Ejército Libre, pero también turcomanos de la división Sultán Murad. La perspectiva de marcharse les enfureció. Se negaron a disolver el comando que une a sus líderes. El Gran Mufti de Trípoli los apoyó, llamando a la ingrata canciller una mujer mala y despreciable. Para los islamistas y sus hermanos musulmanes, los sirios son una infantería indispensable a pesar en el plano político.
Los sudaneses. El otro contingente más grande lo forman los sudaneses, principalmente alistados entre las milicias de Darfur y pagados por Qatar. Lucharon contra el régimen de los depuestos al Bashir, el anuncio de la amnistía debería, en teoría, inducirlos a regresar. Entre ellos también algunos se alistaron por engaño. Una empresa privada de Qatar ofreció trabajos de seguridad en los ricos y tranquilos Emiratos. En cambio, fueron encerrados en campos de entrenamiento parecidos a prisiones y enfrentados a la opción de luchar, en Yemen o Libia. Hoy vigilan el desierto cerca de Sirte. No responden a los líderes políticos y se enriquecen con drogas y migrantes.
En definitiva estamos hablando de personas desesperadas que, gracias a la inestabilidad libia, logran sobrevivir y en algunos casos incluso enriquecerse gracias al tráfico de seres humanos, armas y drogas.