China lanza un ambicioso plan para liderar la economía espacial mundial, desafiando el liderazgo de Estados Unidos con una estrategia civil-militar integrada. La tecnología, el poder y la geopolítica convergen en el corazón industrial de China para remodelar el equilibrio de la economía espacial.
Pasquale Preziosa
La nueva frontera del poder espacial de China: implicaciones estratégicas, industriales y geopolíticas La iniciativa de Shanghái de impulsar el desarrollo espacial comercial representa un punto de inflexión en la competencia global por la supremacía de la economía espacial. China aspira a construir un ecosistema espacial competitivo con el de Estados Unidos, apoyado por importantes inversiones públicas y una estrategia de integración entre los sectores civil y militar. La economía espacial es ahora una de las áreas más estratégicas del siglo XXI. Según la OCDE, el mercado mundial superará los 2022 mil millones de dólares en 400 (OCDE, La economía espacial en cifras, 2022). Estados Unidos, con actores privados como SpaceX, Blue Origin y Northrop Grumman, todavía domina el sector. Sin embargo, China ha acelerado significativamente su camino, primero a través de programas estatales, ahora mediante un fuerte apoyo al sector comercial. El plan de Shanghái, hecho público el 25 de abril de 2025, pretende convertir la ciudad en el centro de la nueva economía espacial de China, desafiando abiertamente a los gigantes estadounidenses (South China Morning Post, 25 de abril de 2025). Para 2027, el proyecto prevé una producción industrial anual de 100 mil millones de yuanes (USD 13,7 mil millones); la producción de 100 cohetes, 1.000 satélites y un millón de terminales; subsidios de hasta 300 millones de yuanes para el desarrollo tecnológico; Cobertura de seguro parcial para lanzamientos de satélites y constelaciones.
El enfoque adoptado pretende construir una industria de ciclo completo e intensiva en tecnología, inspirada en el modelo de Musk pero caracterizada por un fuerte control y coordinación pública, en línea con la doctrina del “socialismo con características chinas” (Xi Jinping, 2021). La presencia en Shanghái del consorcio COMAC, fabricante del avión C919, promueve la sinergia entre los sectores aeronáutico y espacial, especialmente en áreas estratégicas como los materiales avanzados, la propulsión y la miniaturización de sistemas. Esta integración fortalece la autonomía tecnológica de China y reduce la dependencia de proveedores extranjeros, en línea con la estrategia de desarrollo de doble uso. El fortalecimiento del sector espacial comercial tiene claras implicaciones estratégicas: las constelaciones de satélites para comunicaciones y observación de la Tierra mejoran las capacidades C4ISR, los cohetes reutilizables ofrecen plataformas tecnológicas para futuros lanzadores militares, el control público sobre los flujos de seguros y de producción garantiza la resiliencia en escenarios de crisis.
La comparación con SpaceX no es sólo económica: Starlink ya se utiliza en Ucrania con fines militares (The Economist, 2023). China pretende desarrollar una red alternativa para reducir su dependencia de la infraestructura espacial estadounidense, considerando el espacio como un nuevo dominio para la guerra híbrida. Mientras que Shanghai lidera la industria y la manufactura, Beijing sigue siendo el centro de la innovación, con empresas emergentes como Galactic Energy y LandSpace. Esta competencia intranacional refleja una dinámica típica del sistema chino: promover la innovación a través de modelos regionales competitivos. Europa, por el contrario, corre el riesgo de quedarse al margen de una competencia cada vez más bilateral entre Estados Unidos y China. El retraso en el lanzamiento de Ariane 6 y la fragmentación entre la ESA y las agencias nacionales debilitan la capacidad de respuesta. Sin embargo, existe margen para la cooperación con China en proyectos civiles y científicos, siempre que las tecnologías de doble uso estén claramente reguladas y protegidas. El plan de Shanghai representa por tanto una señal inequívoca del deseo de China de dominar la nueva economía espacial, integrando capacidades civiles y militares. Para Europa, el desafío es doble: mantener la autonomía tecnológica y decidir si relacionarse con este nuevo polo de poder espacial asiático y cómo hacerlo.
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