Irán y Arabia Saudí reabren sus embajadas: garantías de Xi Jinping

(Massimiliano D'Elia) Un mundo multipolar, así lo entiende la China de Xi Jinping, que quiere incidir cada vez más en las disputas internacionales para proteger sus intereses estratégicos y económicos. Xi propuso recientemente 12 puntos para la paz entre Rusia y Ucrania y favoreció concretamente el antes impensable acercamiento entre Irán y Arabia Saudita. Descontinuado desde 2016, el 10 de marzo pasado (Declaración Trilateral Conjunta) el punto de inflexión con la reanudación de las relaciones diplomáticas y el anuncio de la apertura de las embajadas en los dos países del Golfo Pérsico.

Xi en su versión pacifista quiere participar activamente en la gestión global con el fin de garantizar la estabilidad y la energía positiva para la paz mundial.

Lo cierto es que mientras por un lado Xi quiere promover la paz y la distensión, especialmente en países lejanos, en el área del Indo-Pacífico se ha mantenido agresivo y desconfiado. En lo más alto de su mente está la antigua controversia sobre la isla de Taiwán.

La China in Medio Oriente como en África está tratando de apoderarse de importantes porciones de influencia en áreas donde los occidentales y los estadounidenses han mostrado desinterés. Si bien Estados Unidos mantiene, junto a sus aliados, bases militares que custodian el Golfo, hoy el interés está todo desviado hacia el centro de Europa por la agresión rusa contra Ucrania y hacia el Indo-Pacífico por las pretensiones contrarias de China y Corea del Norte.

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Sin embargo, fomentar el diálogo entre Irán y Arabia Saudita es bueno para todos. A China ante todo pero también a los dos principales países del Golfo Pérsico que deben dejar de lado sus rivalidades políticas y religiosas para enfocarse en nuevas salidas comerciales y nuevas perspectivas económicas dado que, dentro de una década, la reversión global hacia la electricidad, es decir, hacia soluciones ambientalmente sostenibles podría generar muchos problemas para ellos, dado que basan su economía mayoritariamente en los ingresos petroleros.

Hoy, China es el principal comprador de petróleo del Golfo con alrededor del 30% a nivel mundial, sumando las cantidades recibidas de Irán y Arabia Saudita.

Podemos decir que se ha iniciado una tregua entre los chiitas iraníes y los sunitas sauditas y no la paz porque no es fácil olvidarse de más de un milenio de enfrentamientos violentos, que nunca han cesado. El apoyo saudita a Saddam Hussein en la guerra contra Irán y más recientemente la pugna por el control de Líbano, Yemen, Siria e Irak no son situaciones que jueguen a favor de la imperecedera distensión que parece gestarse estos días. Otra fricción es la aversión saudí declarada al programa nuclear iraní. ¡¡¡Veremos!!!

chiítas y sunitas

Nacida entre los pueblos nómadas de la península arábiga en el siglo VII después de Cristo, la fe musulmana no tenía distinciones dogmáticas, como el judaísmo. En un artículo de Sole24Ore, se cuenta de forma verdaderamente conmovedora la historia que ha marcado a las dos facciones de la religión que acoge a la mayor cantidad de fieles del mundo. Entre el tercer y el cuarto califa, pocas décadas después de la muerte de Mahoma, se produjo la "gran sedición" entre sunitas y chiítas que continúa hasta nuestros días.

La disputa es de origen puramente político y se centra en la legitimidad del poder temporal de los sucesores del Profeta, los guías o imanes. Primo y yerno de Mahoma, 'Ali, hijo de Abu Talib, fue de hecho uno de los primeros en adherirse al Islam. Sin embargo, su corta edad le impidió convertirse en el jefe de la Umma islámica y tuvo que esperar su turno después de que dos de los suegros de Mahoma, Abu Bakr y Omar, fueran elegidos califas en función de las jerarquías de antigüedad.

La historia se repite incluso hoy. El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, conocido como MBS, para evitar las pretensiones al trono de dos de sus tíos, los hizo arrestar por cargos de corrupción (están relegados a dos hoteles de cinco estrellas).

Othmàn, otro yerno del Profeta, fue elegido como el tercer califa, pero murió de muerte violenta debido a las luchas internas dentro de la comunidad debido al nepotismo de este último. Cuando finalmente llegó su momento, 'Ali se vio obligado a lidiar con los familiares de su predecesor que no querían aceptarlo como líder, ya que se vieron favorecidos en el cargo por una hazaña de sangre que él no habría sido lo suficientemente rápido como para castigar. El nacimiento del shì'at 'Ali (el 'partido' de 'Ali) tuvo pues como única causa una disputa sobre la legitimidad de un papel político. Sin embargo, ya entre sus primeros y entusiastas seguidores, aparentemente no muy bienvenidos por él mismo, pronto se estableció una teoría que afirmaba reservar el cargo de califa solo a los descendientes consanguíneos de Mahoma (que no tuvo hijos varones que le sobrevivieran) llamados "personas de (su) casa” o Ahl al-bayt.

Perteneciendo por tanto al clan Hachemita, rama de la tribu Coreish que ya dominaba La Meca en el periodo preislámico, a la que pertenecía el Profeta, de ahí el atributo de 'Hachemita' del actual Reino de Jordania, no chiita sino de parientes de Mahoma. . Pronto se agregó un carácter religioso a la disputa sobre la sucesión legítima, ya que también se consideró que 'Ali y sus descendientes poseían un "carisma" especial que los convertía en intérpretes únicos e infalibles del significado "oculto" o esotérico del texto coránico. Junto a Mahoma, pues, se revelaba un camarada con funciones que iban mucho más allá de su mera función política.

El choque típicamente tribal y genealógico se convirtió así finalmente en un cisma que persiste hasta el día de hoy.

Irán siempre se ha opuesto a los egipcios, griegos, romanos y bizantinos, chocando también con los turcos otomanos en la época islámica. Hoy la disputa se manifiesta en el Hezbollah chiita del Líbano, en la mayoría chiita pero árabe y no persa de Irak, en el régimen 'alauita (de 'Ali) de Siria, pero también en la guerra civil que divide a Yemen y en los problemas del Golfo donde los chiítas están presentes si no prevalecen, como Bahrein y Omán, dentro de la propia Arabia Saudita y en situaciones locales no menos relevantes pero no reconocidas como en Pakistán y Afganistán.

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