Entre complejidades burocráticas y deudas comerciales, la AP pesa sobre las pymes por 109 mil millones

Si al 31 de diciembre pasado le hubiésemos sumado los costes que pesan anualmente sobre las empresas por la complejidad burocrática que genera una máquina estatal muchas veces ineficiente (57,2 millones de euros) y el importe de impagos de cuenta corriente que tiene la Administración Pública (AP) hacia sus proveedores (51,9 mil millones de euros), habremos descubierto que sobre los hombros de los empresarios italianos hay una carga de más de 109 mil millones de euros

Esto fue informado por la Oficina de Estudios de CGIA.

Si aún fuera necesario, estas cifras son la demostración plástica de que nuestras empresas, sobre todo las pequeñas, sufren un daño económico injustificable debido a una burocracia ciega y torpe; para muchos, de hecho, cumplir con los procedimientos y plazos se ha convertido en una tarea imposible. Sin mencionar que la Autoridad Palestina, a pesar de la sentencia que nos impuso el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en enero de 2020, sigue honrando las deudas comerciales con dificultad. Basta pensar que el año pasado, los impagos a empresas que trabajaban para el estado ascendieron a 10 mil millones de euros.

A cualquier observador le resultaría difícil imaginar que en un país la AP podría representar un obstáculo, más que un elemento de apoyo y crecimiento económico. Pero en Italia, lamentablemente, las cosas son diferentes. Eso sí, nosotros también podemos contar con puntos de excelencia de la máquina pública que son la envidia del resto de Europa, pero en promedio nuestra megafonía funciona poco, mal y es un freno al desarrollo. Tenga en cuenta que, en virtud del Índice de Competitividad Regional (RCI), en la UE las regiones italianas se encuentran en el puesto 200 en el ranking de 268 territorios monitoreados por esta investigación.

La confirmación de este resultado negativo también surge de la lectura de la última encuesta realizada en 2019 por el Parlamento Europeo. Pues bien, la complejidad de los trámites administrativos para las empresas es un problema para casi 9 de cada 10 empresarios italianos, ningún otro país de la eurozona ha registrado una puntuación peor que la nuestra. En comparación con el promedio de los 19 países monitoreados, Italia sufre un diferencial de 18 puntos porcentuales más.

El revoltijo de normas, reglamentos y disposiciones diversas presentes en todos los sectores continúan cubriendo el país, haciendo la vida imposible, especialmente para aquellos que quieren hacer negocios. Y nunca como en este momento, además de reformar nuestra administración estatal, sería necesario simplificar el marco regulatorio, reduciendo el número de leyes mediante la derogación de las más antiguas, recurriendo a textos únicos, evitando así el solapamiento legislativo que tiene sobre muchos asuntos generaron falta de comunicación, falta de transparencia, incertidumbre en los tiempos y obligaciones cada vez más onerosas. Estamos seguros de que todo esto daría un fuerte impulso a la productividad del personal público, muchas veces obligado a someterse a procedimientos organizativos rígidos y sin sentido que desalientan la voluntad de hacer.  

También es necesario acelerar el proceso de digitalización de todas las entidades públicas, exigiendo el diálogo entre sus bases de datos para evitar la duplicación de solicitudes que periódicamente abruman a ciudadanos y emprendedores cada vez que interactúan con un cargo público.

Incluso en este último año y medio de la pandemia, la hiperproductividad legislativa de la maquinaria burocrática estatal ha llevado a familias y empresas a una completa confusión. Nuestra AP se comportó de dos caras: fue inflexible al imponer las medidas para limitar la movilidad y el cierre de actividades económicas; por otro lado, se encontró en problemas y terriblemente mal preparado cuando tuvo que reorganizar sus servicios para hacer frente a la propagación del virus. Nos referimos, por ejemplo, a la implosión registrada por el sistema de trazabilidad de los infectados (ver el sensacional flop de la app Immuni), la inoperabilidad de los llamados Covid-Hotels, el fracaso de la telemedicina en despegar, el intento fallido para traer de vuelta a todos los niños a la escuela y la incapacidad de desarrollar un plan serio para reactivar el transporte público local.

Volviendo a los impagos de la administración pública, la solución podría estar al alcance de la mano. De ser cierta, líquida y pagadera, debe establecerse por ley que una empresa privada que tenga un crédito comercial vencido con una AP puede compensarlo en una medida recta, directa y universal con deudas tributarias y previsionales con las autoridades tributarias y el INPS / INAIL. Gracias a este automatismo, solucionaríamos un problema que llevamos al menos 15 años. Evidentemente, este mecanismo pondría a las administraciones públicas en "conflicto" entre sí, sacando finalmente a la luz las realidades de que intencionalmente continúan sin pagar a los proveedores en los términos de la ley. Una solución que la póliza se cuida de no introducir: mejor que esperar dinero y sufrir los dolores del infierno son las empresas privadas que algún alcalde, agencia tributaria o institución de seguros / seguridad social.

Entre complejidades burocráticas y deudas comerciales, la AP pesa sobre las pymes por 109 mil millones