Se necesitan reglas urgentes para el espacio, la lección aprendida de la guerra ruso-ucraniana

(por Francesco Matera) En enero pasado, las imágenes de GPS de las tropas rusas reunidas en las fronteras de Ucrania advirtieron de una invasión inminente. Durante la guerra, los enlaces satelitales mantuvieron a las tropas de primera línea en contacto con sus comandantes. Mientras tanto, los lanzacohetes Himar Guiados por GPS, ayudaron a cambiar el rumbo de la guerra a favor de Ucrania al permitir que la artillería rusa y los depósitos de municiones fueran localizados y destruidos.

En los primeros días de la guerra, Rusia lanzó ataques cibernéticos contra los sistemas de comunicaciones por satélite de Ucrania. El año pasado realizó pruebas antisatélite en órbita terrestre baja, demostrando la capacidad de realizar ataques en el espacio.

No es casualidad que en los últimos años, Estados Unidos, Rusia, China e India han fortalecido significativamente sus capacidades espaciales.

El conflicto en Ucrania ha demostrado, por lo tanto, que la dominio espacial se ha convertido en un instrumento para dirigir la dirección de una guerra. Por ello, el uso de nuevas reglas globales es fundamental para regir la actividad humana en órbita alrededor de la Tierra, en condiciones de igualdad y sostenibilidad.

En este contexto, Europa no puede ni debe quedarse atrás. Los ministros europeos se reunirán esta semana en París para debatir el futuro de la programa espacial europeo conscientes de que la seguridad y la prosperidad de nuestro continente dependerán cada vez más de la capacidad de dominar en el espacio.

La lección aprendida de la guerra en Ucrania, donde Rusia ha golpeado infraestructuras civiles críticas, nos impulsa a emprender con convicción políticas de defensa más creíbles y sostenibles, también porque, como hemos visto, las infraestructuras han sido golpeadas fuera de las fronteras del conflicto, como como los gasoductos submarinos que llevan gas a Europa. Los cables submarinos para las conexiones de Internet intercontinentales también están en peligro.

Moscú ha demostrado, con esta guerra, que las infraestructuras críticas pueden convertirse en objetivos de cualquier conflicto futuro. Cuando hablamos de infraestructuras críticas no podemos dejar de considerar aquellas presentes en el Espacio que impactan directamente en la sociedad moderna, cada vez más interconectada y dependiente de los servicios satelitales.

El mes pasado, un alto funcionario ruso dijo al Naciones Unidas que los satélites comerciales de Estados Unidos y sus aliados podrían ser “objetivos legítimos para ataques de represalia".

Necesitamos reglas claras

En un contexto donde las reglas del juego no están del todo claras, la órbita terrestre baja corre el riesgo de congestionarse peligrosamente con objetos cada vez más grandes. Cada vez son más los lanzamientos en órbita de megaconstelaciones de satélites por parte de empresas como SpaceX e Amazon. En 2018 había solo 2.000 satélites en órbita, para finales de esta década, según algunas estimaciones, podrían llegar a los 100.000. La alarma fue dada por la Agencia Espacial Europea y la NASA: “La amenaza de hacinamiento y colisiones por la presencia de millones de escombros de diferentes tamaños en el Espacio es real”.

Por lo tanto, se necesitan con urgencia reglas universales para comprender qué actividades pueden soportar las órbitas terrestres, como lo hemos hecho para las rutas marítimas y el espacio aéreo civil. Los reguladores deberían establecer de inmediato condiciones claras para las empresas de satélites que pretendan lanzar sus propios sistemas.

Lo que dice el derecho internacional

El problema ha sido ampliamente tratado por el profesor Giuseppe Paccione, coordinador y gerente de nuestro “Observatorio de Derecho Internacional”. La mayoría de los estados, escribe Paccione, reconocen el derecho a limitar su libertad soberana de actuar, tanto es así que existe una convención internacional que rige la exploración y uso del espacio ultraterrestre, así como las actividades de los actores estatales en el espacio, denominada “Tratado del Espacio Exterior” de 1967. Este acuerdo internacional ha ofrecido una contribución esencial al objetivo de preservar la paz en el espacio exterior, aun cuando los principios de libertad contenidos en ella se consideren lo suficientemente flexibles como para poder aplicar los máxima quod lege non prohibitum, licitum est, en el sentido de que no existen normas aplicables a todos los aspectos de las actividades espaciales.

Este Tratado ha sido definido como piedra angular del derecho internacional de la espacio exterior y los principios contenidos en este instrumento internacional se consideran la fuente y sustancia de la que derivan de los IV Tratados posteriores. También, punto a nota, contiene la prohibición principal de la militarización extraterrestre, en el sentido de que el espacio ultraterrestre no puede utilizarse con fines militares y, ante todo, con armas de destrucción masiva, dado el compromiso de los Estados de no poner en órbita terrestre objetos portadores de armas nucleares o cualquier otro tipo de instrumento bélico.

Cabe señalar que, sin embargo, la consecuencia directa de esta obligación, enunciada en el contexto de esta convención internacional, es criticada por estar llena de lagunas derivadas de su formulación. se levanta, Entre otros, una gama de puntos clave de mala interpretación y vacíos regulatorios, como, por ejemplo, el hecho de que la regla no impide el uso y la colocación de instrumentos militares distintos de los de destrucción masiva en las órbitas de la Luna y otros cuerpos celestes, en el espacio interorbital entre cuerpos celestes y en el espacio profundo.

Los avances tecnológicos, como el establecimiento de estaciones espaciales estables y las instalaciones de prueba artificiales suspendidas en el espacio ultraterrestre, pueden permitir el ensayo de armas convencionales y de otro tipo en dichas estaciones en el espacio, siempre que no infrinjan las disposiciones del Tratado sobre Principios. Estados en el ámbito de la exploración y utilización del espacio ultraterrestre.

Hay que subrayar, en cierto modo, que las operaciones ASAT y el lanzamiento de misiles intercontinentales suborbitales, es decir, aquellos que se lanzan en trayectoria suborbital, no se rigen por disposición alguna, de conformidad con el Tratado de 1967. Los casos de prueba ASAT, por tanto, , como la llevada a cabo en 2007 por las autoridades de Pekín, a pesar de haber recibido la condena internacional, no están abiertamente en conflicto con la Tratado del Espacio Exterior. Además, se cree necesario resaltar que la convención de quo es defectuoso por la sencilla razón de que no admite una restricción en torno a las armas físicas o no cinéticas como, por ejemplo, la guerra cibernética.

Se necesitan reglas urgentes para el espacio, la lección aprendida de la guerra ruso-ucraniana

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