Editorial
Ayer, alrededor de las 18.00 hora italiana, un coche explotó en el "Rainbow Bridge", el puente que conecta Canadá y Estados Unidos a la altura de las Cataratas del Niágara. El balance arroja dos muertos, los ocupantes del coche y un herido leve.
El momento del accidente queda registrado en el vídeo de las cámaras de vigilancia de la Aduana estadounidense: un automóvil blanco lanzado a muy alta velocidad choca contra un terraplén y literalmente toma vuelo, pasando por encima de una puerta y luego saliendo del marco y chocando contra las estructuras de la puerta fronteriza. Desde tempranas horas se hablaba de un probable atentado terrorista. A última hora de la tarde, el FBI, a través del agente especial Matthew Miraglia, anunció que "no hay indicios de una amenaza terrorista vinculado al incidente del Puente Arcoíris”. La investigación se centra en una persona, añadió el oficial, y "en este punto, podría ser simplemente algo que sucedió, no hay un panorama más amplio que analizar en este momento".
También el gobernador de nueva yorkKathy Hochul, dijo que no había “ningún indicio de un ataque terrorista”, y agregó que el vehículo fue “incinerado”, sin nada más que el motor y que al menos una de las personas involucradas tenía vínculos “locales”.
Las dos personas fallecidas eran marido y mujer, según una persona familiarizada con el asunto que habló con The Associated Press. El conductor del vehículo vivía en el oeste del estado de Nueva York. Del examen de los primeros hallazgos no se encontraron rastros de sustancias químicas ni de otras sustancias utilizadas para la fabricación de explosivos.
El presidente de los Estados Unidos Joe Biden está siguiendo de cerca la situación, según un comunicado de la Casa Blanca. El primer ministro canadiense Justin Trudeau, informando acaloradamente en el Parlamento, habló de una "situación muy grave" y anunció la decisión de "reforzar la seguridad en la frontera".
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