Virginia Oldoini: el poder eterno de un encanto único y una mente astuta

(por Martina María Bafile)

“Nunca olvidaré aquel baile en las Tullerías donde apareció semidesnuda como una diosa de la antigüedad […]. Precedida por el conde Walewski y dando el brazo al conde de Flamarens […] llegó a las dos de la madrugada, inmediatamente después de que la emperatriz se hubiera retirado, y provocó un tumulto indescriptible”.

(Arrigo Petracco El amante del emperador. Amores, intrigas y secretos de la condesa de Castiglione, Milán, Mondadori, 2000)

Virginia Oldoini inmortalizada en un Tableaux Viant
PIERRE-LOUIS PIERSON/ CRÉDITO WIKIMEDIA COMMONS Y MUSEO METROPOLITANO DE ARTE

La aparente superficialidad, saber encantar con el exterior, enriquecerse y construirse aportando la propia imagen, son elementos que hoy fácilmente asociaríamos al fenómeno de los influencers, del "nuevo trabajo inventado por los jóvenes" y, sin embargo, basta con desempolvar algunos viejos libros de historia para descubrir cómo algunas dinámicas y estrategias en realidad siempre han sido parte de la sociedad, aunque en formas ligeramente diferentes.

Virginia Oldoini, que pasó a la historia como La Condesa de Castiglione, fue en su época protagonista de rumores ficticios en todo el continente bajo títulos como "diosa de la antigüedad" y "la mujer más bella de Europa". Figura controvertida, discutida, pero ciertamente poco transparente, la leyenda de la condesa vive en una historia de riquezas, belleza carismática y una seducción tan poderosa como para alterar el curso de las decisiones políticas europeas de la época. Un auténtico influencer.

Virginia nació en Florencia en 1837, donde creció en un ambiente acomodado aprendiendo varios idiomas. Su marcada inteligencia y belleza atraen la atención de Francesco Verasis, conde de Castiglione, con quien la muchacha se casará contra su voluntad con sólo dieciséis años.

IAtrapada en un matrimonio infeliz y a la deriva económica en la ciudad de Turín, la condesa renacerá tras la tarea que le encomendaron los reyes de Italia Vittorio Emanuele II y Cavour.

Virginia debería haber utilizado sus armas más poderosas: la belleza y el carisma para encantar al emperador francés Napoleón III.

De hecho, se acercaba 1867, año en el que se celebraría el Congreso de París, necesario para rediseñar Europa tras la victoria sobre Rusia en la Guerra de Crimea. El papel de la condesa formaba parte de una apuesta: convencer al emperador de que diera una voz relevante al Piamonte en las negociaciones relativas a Italia.

La figura legendaria de la mujer más bella de Europa ya era un tema popular en los salones de la corte francesa y la llegada de la condesa al Palacio de las Tullerías no defrauda en absoluto las expectativas.

A pesar de no poder ganarse de momento los favores de Napoleón III, en menos de un mes la condesa se convirtió en la amante del emperador y Piamonte entró en el congreso con voz a la altura de las demás potencias.

Virginia Oldoini hace gala continuamente de dones y riquezas en la corte de París, donde se convierte, entre envidia y admiración, en lo que hoy llamaríamos una verdadera celebridad hecha a sí misma. Se habla de una casa en la Avenue Montaigne, de collares con numerosas hileras de perlas y de un anillo de esmeraldas con los nombres de los dos amantes grabados en su interior, que también lucía ante los ojos de la emperatriz Eugenia De Montijo, esposa de Napoleón III.

Después de un ataque al Emperador, según muchos organizado por la propia Eugenia para incriminar a la Condesa, Virginia regresa a Italia viajando entre La Spezia, Turín, Londres y Florencia, continuando conquistando amantes y bienes materiales.

Sólo en 1862, con la esperanza de recuperar un lugar en la corte parisina, Virginia finalmente logró regresar a Francia. Sin embargo, al fracasar en su objetivo, se convierte en musa del estudio de fotografía Pierson y Mayer. Aquí fue inmortalizado en Tableaux Viant (literalmente "pinturas vivientes"), o retratos fotográficos en los que se vestía como musas de la mitología y la literatura, con el objetivo de reconstruir una autobiografía fotográfica ficticia.

Con una vida en decadencia durante la cual perdió a su único hijo y a su marido nunca amado, los últimos años de la condesa cuentan de salidas nocturnas, rostros velados para ocultar su desvanecida belleza y espejos cubiertos en casa.

Virginia murió sola en París el 28 de noviembre de 1899.

Pocos escritos y cartas pertenecientes a la condesa han sobrevivido a la guardia de las embajadas italianas en Francia, que han intentado varias veces eliminar todo rastro de la controvertida vida de la condesa. Entre las últimas pruebas surge un testamento en el que se nombra explícitamente a cada heredero para ser desheredado. Sin embargo, dos descendientes lejanos pero afortunados de su abuelo escapan de la lista, quienes tras la muerte de Virginia reciben la riqueza acumulada gracias a sus numerosas estrategias de encanto.

Virginia Oldoini, un personaje construido a partir de una buena mirada, tan cegadora y aparentemente frívola que esconde una mente calculadora y atenta.

Historias de escándalos, dinero, astucia, desnudez, herencia, feminidad se fusionan con ella, un aura sorprendentemente acorde con el mundo actual y sus figuras muy discutidas por los mismos temas.

La consideración que varios historiadores reservan para la Condesa sería la misma que mucha gente hoy tiene hacia los influencers.

"Queridos historiadores, ¿realmente pensasteis que al negarle los créditos a la condesa no habríamos pensado que en lugar de Napoleón III vosotros también habríais caído en la trampa? No te juzgaríamos..." (Martina María Bafile)

Se le atribuyen adjetivos como "irrelevante", de "valor estéril", pero detengámonos a reflexionar sobre el poder aún vigente, fatal y eterno de una mente consciente detrás de una bella apariencia.

Martina Maria Bafile – Estilista y editora de moda

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